Antes de mi viaje a Yellowstone & Gran Teton, por supuesto ya tenía los billetes de vuelta comprados y cerrados. Así que cuando volví a Portland tuve una semana sin casi ningún tipo de obligación para hacer todo aquello que no me había dado tiempo antes bien sea por que la escuela no me lo había permitido o simplemente porque no había surgido la oportunidad.
Entre esas cosas me hice un par de excursiones en bici de montaña por Forest Park, fui a alguna fiesta, fui un día a la playa de la desembocadura del río Willamette en el río Columbia donde me pegué un buen baño, exploré partes de la ciudad que aún no había visto, quedé con mis amigos para despedirme, cerré mi cuenta americana del banco, devolví la bicicleta que me habían prestado por todo el año, hice las maletas…y disfruté de la ciudad y de su calor como, de alguna manera, no lo había hecho antes.
Pero por fin llegó el día de iniciar el retorno. Ese día fue el jueves 2 de Julio de 2015. Un par de amigos me llevaron al aeropuerto y tras facturar mis dos maletas embarqué en un vuelo hacia New York que salía a las 22.30. Muy a mi pesar dejaba Portland, la ciudad que me había dado cobijo y quizá otra visión del mundo durante los últimos 10 meses. Muchas son las cosas que he aprendido allí, no solo el idioma inglés, sino comprobar de primera mano la convivencia de diferentes culturas, la mezcla y el respeto racial, el movimiento hypter…
Esa noche dormí en el avión y a las 6.30 de la mañana (3 de Julio) aterricé en el aeropuerto John F. Kennedy de New York. Desde el avión pude ver los rascacielos, la bahía y la estatua de la Libertad a lo lejos, pero sin embargo aún me queda pendiente visitarlo ya que tan solo hice una escala de unas horas.
Con tres cuartos de hora de retraso mi avión salió a las 15.00 horas desde New York hacia Islandia donde haría una nueva escala para desde allí volar a Madrid. ¡Mis 10 meses en suelo americano, llegaban desgraciadamente a su fin!
Tras unas cuantas horas, en las que la mayor parte del tiempo fui dormido, llegamos a las 23.30 al aeropuerto internacional de Keflavik, muy cerquita de la capital de Islandia, Reikiavik. Sorprendentemente justo a esa hora un sol enorme se estaba poniendo en el horizonte. Muy bonito la puesta del sol tan septentrional.
En Islandia tenía una escala de…16 horas, por lo que lógicamente, había preparado con anterioridad una visita a la capital Reikiavik.
Del aeropuerto de Keflavik a la capital solo hay 45 minutos de trayecto y hay buses durante toda la noche. Lo primero que hice tras aterrizar fue comprar algo para cenar y tomármelo tan tranquilamente en una zona del aeropuerto. Más tarde salí a fuera a esperar el bus. Aunque el sol se había puesto, todavía había luz y se podía ver perfectamente. Cuando el bus vino, lo tomé y me llevó a la estación de Reikiavik.
Allí estuve mirando información un rato y descansando otro poco antes de empezar mi visita a la capital de la isla. A las tres y media de la madrugada empecé mi visita a pie a la capital.
Desde la estación de buses anduve diez minutos con mi mochila hasta la llamada catedral de Reikiavic. Puede parecer sorprendente, pero a esa hora se empezaban a vislumbrar lo primeros rayos de sol. Y es que Reikiavices la capital más septentrional del mundo y allí en verano el sol solo se esconde tres horas. De hecho nunca se llegó a hacer de noche, siempre hubo suficiente luz como para ver sin necesidad de farolas.
Iglesia de Hallgrímskirkja, la llamada catedral de Reikiavik.
Aunque no lo parezca, Hallgrímskirkja, no es la catedral de Reikiavik, es solo una iglesia más, eso sí, de enormes dimensiones. Delante de ella se encuentra una famosa estatua de Leif Eriksson, hijo de Erik el rojo.
Hallgrímskirkja y la estatua de Leif Eriksson.
Después me dirigí andando hacia la zona costera. Allí hay una escultura famosa y muy bonita de un barco vikingo. El sol estaba saliendo en esos momentos y con el mar de fondo resultó ser una experiencia muy gratificante que me quedé un rato a contemplar. Al rato, con el sol todavía en alza, me dirigí hacia la ópera de la ciudad, llamado el Harpa, un edificio muy moderno construido al lado del mar.
Al rato, con el sol todavía en alza, me dirigí hacia la ópera de la ciudad, llamado el Harpa, un edificio muy moderno construido al lado del mar.
El edificio conocido como el Harpa.
Posteriormente estuve viendo la zona del puerto antiguo donde hay un contraste interesante entre elementos antiguos y modernos.
Entorno del puerto antiguo.
Después volví al centro de la ciudad donde pude ver las principales plazas como Austurvöllur y Ingólfstorg. Dos plazas muy cercanas con mucha vida por el día.
Plaza de Austurvöllur en el centro de Reikiavik
Un rato después visité el entorno del lago Tjörning con el moderno y llamativo edificio del ayuntamiento y después me recorrí la principal calle comercial llamada Laugaveur.
Estanque de Tjörning con sus patitos y el edificio del ayuntamiento
Aunque parezcan muchas cosas, Reikiavik es una ciudad pequeñita y todos los lugares están bastante próximos entre sí por lo que no empleé mucho tiempo en ver todo. Como aspecto a resaltar, durante mi visita encontré todos los lugares prácticamente desiertos ya que aunque era de día, visité Reikiavik en horario nocturno. Por tanto además de encontrar muy poquita gente, los principales edificios estaban cerrados.
Cuando terminé de ver todo fui a la orilla del mar y me senté a descansar hasta que empezaron a abrir los bares y pude buscar uno para desayunar en la conocida y ya citada calle de Laugeveur.
Tras un buen rato disfrutando de mi desayuno, busqué un supermercado para comprar algún snack y también algo para comer antes de coger el avión hacia Madrid. Pero antes de eso aún me quedaban algunas cosas por hacer en Reikiavik.
Lo primero fue ir de nuevo a la iglesia de Hallgrímskirkja para visitarla esta vez por dentro y poder subir a lo alto de su torre a disfrutar las mejores vistas de la ciudad con sus casitas de colores y también unas vistas preciosas de la bahía con la montañas cercanas.
Vistas de Reikiavik desde la iglesia de Hallgrímskirkja
Tras bajar, pude visitar un parque donde se mostraba la exposición nacional de escultura en piedra. Esta visita me gustó mucho ya que en el parque había más de cincuenta esculturas todas muy interesantes.
Posteriormente volví paseando por la calle de Laugeveur hacia el Harpa en el puerto. Esta vez paseé por Laugeveur con todos los comercios abiertos entre los cuales encontré alguna sorpresa divertida.
Calle de Laugeveur y algunos comercios
Cuando llegué al Harpa, lo visité por dentro encontrándolo muy excitante ya que si el edificio es moderno y llamativo por fuera aún lo es más por dentro.
Interior del Harpa
Cuando terminé de visitar el Harpa ya solo tenía una cosa pendiente de todo lo que había pensado visitar. Ir hasta una piscina natural de aguas termales en Nautholsvik Geothermal Beach y pegarme un baño. La piscina se hallaba a unos 45 minutos del centro de Reikiavik asique me aventuré a ir allí andando.
Cuando llegué a Nautholsvik Geothermal Beach me encontré que había un lugar habilitado para cambiarse e incluso un bar donde podías pedir un cóctel o bebida que te podías tomar mientras te bañabas. Tras ponerme el bañador finalmente me metí a la piscina. Por desgracia no puedo mostraros una foto de la piscina ya que dejé la cámara y el móvil en la mochila.
En la piscina estuve unos 40 minutos. La verdad es que la sensación de bañarte en una piscina térmica natural es increíble. El agua está a una temperatura bastante alta y mientras tú estás dentro ves cómo sale vapor de agua de la piscina. Cuando una parte de tu cuerpo se calienta bien puedes cambiar de posición. La experiencia estuvo genial, sin embargo no pude estar más tiempo porque no podía arriesgarme a perder el bus para el aeropuerto.
Tras cambiarme de ropa nuevamente, anduve media hora hasta la estación de autobuses. Allí cogí un bus al aeropuerto en cuyo exterior estuve comiendo en el césped antes de entrar y pasar los correspondientes controles de seguridad. Después de esperar un ratito, mi avión finalmente despegó a las 16.15 con destino Madrid.
Por fin después de un viaje no demasiado largo aterricé en Madrid el sábado 4 de Julio a las 22.45 de la noche. Allí me encontré con mis padres que tras unos achuchones me llevaron a casa. ¡Mi aventura americana había llegado finalmente a su fin!